viernes, 6 de agosto de 2010

Conservación


Cuando las brillantes y escasas perlas
brotan por esta rendija -a cuyo nombre dieron origen-,
no traen más que miseria para todos mis resquicios
y riqueza tan sólo a unos pocos de este,
mi mundo autónomo.

Y la voz de la conciencia
-¿colectiva, individual?-
retumba en los oídos que padecen
la abundancia, pero por no poseerla.

"Dejen de congelar instantes, de frizar,
para el consumo futuro,
momentos que ya están putrefactos".
Y añade: "Pero sí, vuélvanse frívolos,
hasta quemar a la inversa".

La voz prosigue: "A mayor graduación
con símbolo negativo, a la izquierda de ese agujero
-que anula toda tendencia y profundiza toda tibieza-,
mejor".

"Dejen de congelar estímulos
que alguna vez emanaron vapor y quemaron sus lenguas.
Pero vuélvanse fríos.
Fríos hasta olvidar qué significa la palabra calor".

"Dejen de restaurar sensaciones
milenarias
que ya se resquebrajaron
en mil pedazos
por todas las partículas de sus cuerpos".

"Y una última sugerencia -susurra-.
Dejen de desenterrar, de sus fosas remotas,
cuerpos que el pasado ya dejó inertes.
Y dejen de tirar flores sobre esos cadáveres,
que también a ellas les llegará pronto la hora de serlo".

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