sábado, 3 de julio de 2010

Danza

Tu lengua cosquillea mis entrañas. Piel, músculos, tejidos, órganos, venas y sangre celebran en mi cuerpo una danza folclórica pero a la vez foránea, intercultural, compartida. Labios, lengua, dientes y manos son los artífices de la original danza, conocida sólo dentro de los límites de nuestras propias fronteras.
Cuando un hecho natural, instintivo y salvaje hace un pasaje al mundo de la cultura, puede transformarse en una convención, como lo fue la prohibición del incesto, según el ahora difunto aunque eterno Lévi-Strauss. Pero en nuestros territorios se realiza el movimiento inverso: lo cultural regresa al campo de lo natural.
Las fronteras, aunque traspasadas, se mantienen custodiadas. Toco tu cuello, piso territorio ajeno. Vacilo. Puedo avanzar. Arrastro lentamente algunos pasos. Mientras, vos debés estar pensando en las mismas estrategias. ¿Se puede recurrir a alguna táctica que no sea convencional? Quizás no. El secreto es la manera, no el objeto. El secreto es el sujeto y sus maneras. Y así lo cultural deviene natural, hasta genético, propio de cada ser.
Y así, nuestros muros berlineses se derriban. Y así, después de la devastación de nuestras tierras se pueden construir megápolis. Y así, nuestras culturas se mezclan para elaborar danzas que unen nuestras fronteras corporales, danzas folclóricas pero foráneas a la vez. Y así nos enriquecemos mutuamente.

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